EL AMARRE MATEMÁTICO

Los números naturales, en su infinito universo, eran  una sombra al lado de la cuantía pasional que latía en la profundidad de mi cuerpo. En ese incalculable orbe numérico buscaba un amarre para custodiarte a mi generatriz. Fue en tu piel donde mis dedos directrices comenzarían a manuscribir en tu torso una circunferencia, donde el único valor fuese una línea curva cerrada, para que no tuvieses salida. Quería ser tu ”pi” π, que mi perímetro, mi contorno, junto a mis infinitas piernas, mis múltiples brazos, y las rectas poligonales abiertas de mi boca, marcando los segmentos de mis labios rojos, fuesen el pacto eterno entre nosotros. No quería dividir, ni restar, tampoco quería ecuaciones lo único que pretendía es que yo fuese una de tus mejores soluciones. Tuvimos un problema a ti no te enamoraban las matemáticas. Todo lo resolviste poniendo un cero a la izquierda. Lo solucionaste aplicando una línea recta, como el electrocardiograma de un cadáver, ese fue mi diagnóstico matemático. Sigo vegetando en un cuerpo que late en una diagonal, sin picos, sin movimientos, sin ilusiones ya que me restaste la suma de mis sueños, porque no te sujetó mi amarre.

 

 

 

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