LA GEISHA DEL PODER

Aquella niña tuvo la sensación de estar en esta vida acompañada de desdicha. Luchó como si fuese la princesa Xena, nadie podría con ella. Era un pensamiento que siempre estaba en bucle.

Estaba delicada de salud, desde niña. Quizás era una manera de manifestar su incomprensión interior y todos sabemos que las emociones hacen que muchas enfermedades sean psicosomáticas. Se sentía tan distinta. Era muy poco sociable y tímida. Los años iban al ritmo de un atleta en las olimpiadas.

Se casó, se separó, tuvo hijos, tuvo enfermedades y una economía, tan justa… No sabía como cumplir sus sueños mas simples y se fue abstrayendo del mundo, ese que le hacía sentirse tan pequeña y, empezó a pensar como cambiar su vida.

Quedó con su amiga y le dijo––para ya –– exclamó muy enfadada –– tienes mucho que dar y no tienes que cambiar nada. Hizo caso omiso a ese consejo de su mejor amiga.

Ella no sabía como cambiarlo y que los demás la aceptasen. Sus días los tenía contados, según su mente. Decidió dar un cambio a todo eso y no prestar atención a sus padecimientos y empezar por realzar su autoestima. Borró de su mente a aquella niña y se convirtió en lo que siempre había percibido desde su adolescencia, complacería a todo el que la deseaba. Se ilustró de videos y practicó con audios el tono que utilizaría para atraer a esas almas que buscaban degradar a una mujer con tal de complacerse. No se conformó con cualquier alma carente de sexo, si querían estar con ella, seria con una geisha. Sabía que tenía todo cuanto podían desear esas almas que con dinero lo compran todo. Al menos esos ingresos la harían sentirse menos degradada y humillada y de alguna manera cumplió su sueño. Viajó a lugares inimaginables, se deleitó de placeres inalcanzables, su cuenta corriente empezó a crecer como crecen las flores en primavera y hoy tiene su agenda llena de contactos.

Ellos que han estado dentro de su valía femenina mas preciada, desbordando sus líquidos no deseados y, sin embargo, no era feliz. La geisha del poder, así empezaron a llamarla aquellos hombres en busca de sexo con geishas.

Su enfermedad quiso detenerla. Sabía que se estaban acabando sus días en su mansión rodeada de todos los lujos, menos el más importante, el amor, siempre sola. Su reloj orgánico empezó la cuenta atrás. Era cuestión de horas o días para encontrar la paz que la vida terrenal no la dió.

Tuvo un infarto, unos días después de salir de la UCI, su habitación estaba llena de centros de flores, regalos y joyas. Se sintió como una diosa, pero le llamó la atención una flor con un aspecto deteriorado y una nota en la que ponía:

“te diré que antes de comenzar a ser lo que nunca quisiste ser, ya te amaba. Siempre me mantuve a la sombra, pensé que sería poco para ti. Déjame cuidarte y ayudarte a que olvides a esa geisha. Sólo tengo para ofrecerte ¡Amor!”

Seguira…

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