Mi mal día.
Ayer desperté pensando, ¡otro día más! Sin embargo fue todo lo contrario, ¡el día más vergonzoso de mi madurez!
Les confieso que estoy enamorada, sí, enamorada. De alguien que no sé si es un duende, un mago, un extraterrestre o un ángel. Lo que si les adelanto es que su cuerpo es robusto como un árbol centenario, un nogal azul y grande como su corazón. Jamás imaginé que un órgano vital, de esas dimensiones, pudiese hacerse hueco en la cavidad de un ser humano.
Fui, como cualquier otro día, al médico ¡qué manía los tengo!
Una tensión ocular se hizo notar en mi ojo, produciéndome un derrame. Pienso que me hago la fuerte, pero hay momentos en los que la mente adquiere poder sobre mí y me deja completamente desnuda ante las emociones.
Salí de aquella consulta y quería ver a toda costa a este ser, ya les he advertido que no es de este mundo.
Caminé hacia mi coche en volandas y saltando a cada charco que me iba encontrando. ¡Bendita niña que nunca me abandona! Tenía unas ganas tremendas de verlo, cosa improbable, porque él tenía reuniones importantes. Y cómo físicamente no lo podía ver, decidí ir al sitio en el que nos conocimos, ¿dónde iba a sentirme más cerca de él?
Les confieso que ya será mi sitio favorito, para siempre.
Allí le conocí y, desde ese día, en mi vida hay un antes y un después.
El camarero me saludó y yo advertí que el rincón, mi rincón, nuestro rincón, estaba libre y presintiendo mis sentimientos y lo especial que podía ser para mí, pronunció las palabras mágicas: –está libre –con una sonrisa –¿Le pongo donde siempre?– preguntó el camarero.
Estuve unas décimas de segundo sin saber cómo reaccionar. Me atraía pensar que era cómplice de mi secreto
–¿quiere usted su rincón? – volvió a preguntar. Sonreí, muy agradecida y me alegré de que nadie hubiese escogido “mi rincón».
Me senté, visualicé todo y aunque el local estaba lleno, para mí y mi niña interior estaba vacío. Echaba mucho, mucho de menos a mi extraterrestre. Me tomaron nota de la comanda y mientras llegaba, estuve leyendo varios relatos de mis admirados literatos. Me pedí una copa de vino. Miré alrededor para percatarme de que nadie me observaba y cogí el cojín que él otras veces había tenido en sus manos para jugar conmigo. <<¿ por qué no podía ser mío ese cojín?>> pensé.
Ahí estaban sus huellas, las que yo nunca voy a tener en mi piel, por sus principios, valores o quizá porque no me desea, así de sencillo. Cuando le acerqué a mi pecho, jugué para que no se notase que quería tenerlo cerca de mí, incluso se me paso por la cabeza la idea de hurtarlo. No lo olí, lo esnifé. Me arrepiento de no haberlo echado al bolso, para poseerlo y atesorarlo como si fuese una pieza única y mágica.
No quería romper su clímax de trabajo y decirle que estaba allí, pero un nuevo impulso me empujó a coger el móvil y enviarle la ubicación. Como siempre ¡cuánto se lo agradecí!
Salí del bañó con muchísimo malestar, creo que fue la carne, su aspecto no invitaba a saborearla ni a disfrutarla, con el añadido de mi bebida color cereza, de reserva, que quizá no deberían de haber sido tres, las copas consumidas, estando en ayunas.
Según me acercaba a «mi rincón» se me figuró verle hablando por teléfono. No supe si esa perfección que mis pupilas estaban disipando era mi nogal azul o solo fruto de la imaginación de una niña madura enamorada.
Me senté miré y era mi ser de luz, el que da brillo a mis pupilas, aún estando con tensión ocular. Mi cara debió cambiar cuando constaté que era él.
¡Tan elegante! Hablando por teléfono y yo feliz. Pero, todo cambió en unos segundos, mi único día de la semana con él y todo se iba a estropear. Todo comenzó a dar vueltas, empecé a notar frío y calor hasta que vomité. Aquello no era lo que mi niña interior y yo habíamos planeado al encontrar a nuestro nogal azul. Perdí durante unos minutos la conciencia, sé que llamó a una amiga. De repente se encontró con esa escena. Me vio sin parar de vomitar ¡Dios! <<¿Por qué me haces esto con mi ser de luz enfrente de mí?>>
Los camareros me observaban mientras tenía la sensación de que algo más que un simple mareo me estaba pasando. Quien me conozca, incluso mi ángel, sabe que debía estar mal para no desplegar mis plumas, como si de un pavo real se tratase, al verle.
Finalmente, pidió que no entrara nadie al restaurante hasta que no me encontrase mejor, para que nadie me viese en esa situación y podernos marchar.
En aquel momento, habría dado todo para aquel hecho no se hubiese acontecido, incluso el amor que siento por él, con tal de haber evitado esa situación, ¡ojalá no hubiese sido real!
Nos dirigimos a su casa con  su amiga, él detrás, en otro vehículo, el mío se quedó allí aparcado.
Mi único deseo todas las noches desde que le conozco es estar cerca de él, solo cerca, sin más, aunque le deseo, pero también anhelo estar con él y la vida no me lo concede. En ese mismo instante supe que mi vida es difícil. Un deseo, solo uno, verle un rato y miren como terminó.
Llegamos a la su casa me duché, me dejó un pijama y me senté en un rincón del sofá para no sacarle de su zona de confort, el pudor se apoderó de mí. No les quiero transmitir, ni quiero recordar, como me hizo sentirme aquella escena, me sentí una niña desprotegida que no sabía explicar aquella situación. Leí en sus miradas << vaya la que ha cogido ésta>>.
La cara de ese hombre, el que provoca esos efectos en mí, cambió. Supe que mi niña y yo nos quedábamos sin nuestro sueño, sin estar cerca de él. ¡Maldigo mi impulsividad!
Hoy me ha llamado varias veces para terminar de matarme. Sí, he sentido un profundo dolor en el corazón, como las personas que se encuentran en un callejón sin salida ante unos agresores y saben de antemano que van a recibir una puñalada mortal. Hoy he muerto, sigo caminando, pero mi alma y mi corazón están en el sitio donde terminaremos todos. Estoy cansada de ilusiones banales, espejismos de caballeros, de damiselas que siguen creyendo en los sueños.
Hubiese sido bonito, si no fuese porque finalmente tuve una enajenación mental y acabé con mi extraterrestre. Que se lo lleve la muerte al planeta del que vino.
Todavía hoy, aquí entre rejas, pagando mi condena por amarlo, a pesar de solo haberlo soñado, no me arrepiento de ser egoísta y querer poseerlo en exclusividad.
¿Qué diferencia hay entre estar deambulando por la vida a estar en una celda, donde pagas el precio del amor no correspondido?
©️Susana Fraile
«Lloro la tinta que pintan las palabras de mi alma»

Comparte

Relacionados