La primera impresión que me llevé de Susana fue la de una persona brillante que rezuma frescura y alegría. En seguida supe que nos llevaríamos bien. Con una personalidad arrolladora, siempre tiene algo que contar. Comunicadora innata, inteligente, clara, con un discurso cuajado de argumentos hilarantemente sólidos, con un humor descarado e incisivo, como bien dice ella: sin filtros. Espontánea y natural te gana con su verborrea que te pone un pie en la tierra y otro te lo manda al cielo a golpe de carcajada.

Un ejemplo de valentía y de fuerza, sin miedo a reconocer que, como los que no se conforman, sigue aprendiendo de la vida y de sí misma. De ahí lo adictivo de saber de ella con frecuencia para descubrir, con un poquito de envidia, qué mordisquito le ha dado ahora a la vida. Dice de repente que no sabe escribir y te aparece con sus relatos, en los que se dibuja y desdibuja esta personalidad tan suya.

Mientras te preguntas si habla de ella, habla de ti, habla de otro o sólo se imagina, te ves devorando páginas deseando saber qué pasará después. Engancha la manera en que conduce las historias, cómo desnuda a los personajes, con cercanía y familiaridad. Te hace sentir identificado a veces y las que no, se las ingenia para generar esa empatía con aquello que nos es ajeno.

Susana es todo un diamante en bruto. Un alma curiosa, sensiblemente generosa, sensatamente alocada, sencillamente genial.

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